Voy a contaros dos experiencias absolutamente verídicas (yo soy uno de los interlocutores en ambas historias) acontecidas en el servicio de Urgencias del Hospital La Vega de Murcia. Dicho hospital privado es el que atiende a los mutualistas de Muface asegurados con Asisa. En ambos casos el servicio de Urgencias estaba casi vacío, esto es, no había prácticamente pacientes a diferencia de lo que sucede en las muy colapsadas instalaciones del Hospital Vírgen de la Arrixaca, hospital público de referencia en Murcia, conocido por sus excelentes profesionales pero absolutamente saturado a causa de la falta de financiación pública.
Caso 1. Varón de 75 años. Acude tras caída en la calle a causa de una pérdida de equilibrio. En un principio no pensó en ir al hospital, pero visto que pasadas 2 horas seguía sin recuperar el equilibrio del todo, llamó a una ambulancia que le trasladó allí. Aparte de este síntoma, tenía lengua de trapo y confundía acontecimientos sucedidos en días pasados afirmando que habían ocurrido el mismo día del accidente.
Cuando la médico de urgencias le hace las preguntas de rigor, el hombre le dice que ya en el pasado tuvo alguna pequeña pérdida de equilibrio, pero leve y sin mayores consecuencias. Inmediatamente, la médico cambia el gesto y, con tono de reproche, le dice que entonces eso no es tema de urgencias, que pida cita en traumatología o neurología por si es cosa del cuello o cerebral, pero que ellos no pueden encargarse porque no es una verdadera urgencia, y que con su actitud irresponsable está colapsando el servicio.
Su acompañante (yo) le pregunta respetuosamente pero con tono de mala leche si no se da cuenta de que también tiene dificultades para vocalizar, le resalta que confunde fechas y le indica que todos esos síntomas sugieren un posible ictus, y que si el hospital no comprueba inmediatamente si el ictus se ha dado incurriría en responsabilidad civil o incluso penal. La actitud de la médica cambia inmediatamente y le pide un TAC cerebral. Efectivamente, era un ictus. Durante la semana que permaneció ingresado, el trato fue bueno en general, aunque el neurólogo que le vio semanas después del alta se sorprendió de que no le hubiesen recetado un anticoagulante para tomarlo todos los días y evitar futuros accidentes cerebrovasculares.
Caso 2. Mujer de 79 años que acude con 37.8 de fiebre y esputo sanguinolento (en ocasiones moco marrón, en ocasiones moco verde con partes rosadas). Sufre bronquiectasias desde hace 8 años y, durante los últimos 2 meses, se ha repetido la clínica anteriormente expresada. Le han sometido a 2 ciclos de levofloxacino y uno de azitromicina desde principios de noviembre, que le provocan mejoría mientras los toma pero vuelve a empeorar cuando deja de hacerlo. El médico la sienta en un sillón y le da corticoides inhalados. Le pide analítica y placa, que muestra un pequeño infiltrado en língula superior derecha, y que según dice ya se veía en otras radiografías que se hizo a mediados de 2024, pero por lo visto no le dieron importancia. Tras ello, le manda para casa con un cultivo de esputo (el esputo volvió a salir sanguinolento y el propio médico lo vio) que, según dice, estará listo a mediados de la semana que viene. Le manda otros 7 días de levofloxacino y zamene.
Su acompañante (yo) le pregunta por qué vuelve a mandarle un antibiótico que se ha hinchado a tomar en los últimos 2 meses y no soluciona su problema, ante lo cual el médico replica que hasta que no esté el cultivo de esputo no sabrá nada. Entonces le pregunto por qué no le manda una RMN de torax para ver si el infiltrado de la radiografía es la causa del problema, o si hay algo que la radiografía no vea y la RMN sí. Para meterle miedo (aunque quien estaba muerto de miedo era yo), le digo que si fuese cáncer de pulmón y se demorase el diagnóstico el hospital sería responsable de los daños. Su actitud cambia y nos manda un TAC, pero no por Urgencias sino ordinario. Como la cita para el TAC sólo se demora 6 días, no insistí más.
Esta mujer ha estado ingresada varias veces en el hospital por neumonía vinculada a las bronquiectasias, y como según parece no tienen área de neumología para atender a los ingresados, siempre le veían internistas que, a pesar de evidenciarse el daño que le hacía el oxígeno que le ponían (le causaba hipercapnia o exceso de CO2 en el cuerpo), nunca pensaron en sustituirle el tratamiento por un BIPAP. Tuvimos que pedir cita en neumología (dra. Olga Meca, muy competente) para enterarnos de que el oxígeno le estaba perjudicando mucho y empezar con el BIPAP.
Concluido el relato, planteo algunas reflexiones. La sanidad privada es un maldito negocio donde el paciente sólo cuenta si paga, y en proporción a cuánto pague. Si el Estado paga a una compañía privada una miseria por cada asegurado, la atención que ese asegurado reciba será deficiente, aunque tenga el "privilegio" de no tener que soportar las infinitas listas de espera de servicios sanitarios públicos como el murciano, en quiebra técnica debido a la falta de financiación.
En contraposición, los facultativos de la medicina pública no están sometidos a la disciplina de una empresa privada que sólo se rige por el ánimo de lucro (y que, precisamente por ello, también tenderá a contratar médicos baratos-menos competentes para ahorrarse costes, además de darles directrices sobre cómo actuar para minimizar gastos). Pero si la ratio médico-pacientes debe ser de 10 para que reciban un servicio idóneo, y se le impone una ratio de 50, el médico hará todo lo que pueda, pero no podrá evitar que una cita que debería realizarse en 1 mes se lleve a cabo en 10 meses, y también acabará cometiendo errores fruto del agotamiento.
En un país ideal, no existiría MUFACE y, a la vez, el sistema sanitario público sería lo suficientemente robusto como para dar una atención de calidad, desde una perspectiva material y también temporal, a todos los ciudadanos. En el país que tenemos, los funcionarios (al menos en Murcia) tienen que elegir entre dos males: las Urgencias del Hospital La Vega, poco cargadas pero con episodios como los descritos (y con las interminables listas de espera para que te vea un especialista, te operen o te manden ciertas pruebas), o las de La Arrixaca, absolutamente saturadas. Y, la mayoría de los funcionarios que conozco, están muertos de miedo ante la posible desaparición de MUFACE, porque con el gobierno autonómico que tenemos, el escenario de un incremento de recursos humanos y materiales en la sanidad pública suficiente para acoger a los funcionarios sin deteriorar aún más el servicio, es una utopía, mientras que el colapso total del sistema sanitario público es el futuro más probable.
Y ojo, que la sanidad pública murciana también subcontrata (y cada vez de forma más masiva) sus servicios sanitarios con empresas privadas, dando lugar a un trato cada vez peor para los usuarios y a situaciones como ésta cadenaser.com/murcia/2024/07/30/podemos-denuncia-un-escandalo-millonar o ésta www.orm.es/noticias-2024/murcia-entre-las-comunidades-donde-mas-crece-
Como siempre, la única solución para garantizar la salud de todos es una ciudadanía conocedora de sus derechos y firmemente decidida a ejercerlos. Otra utopía, al menos a corto plazo. Otra razón de peso para despertar.