Siempre es el otro el que te entierra, el que entre salmodias y mortajas aniquila la esperanza porfiada de regresar a la vida, el que apretando los labios como tórculos abyectos te conmina a que abandones, te recuerda que es razón, lógica y hasta ley seguir para siempre muerto si una vez ya lo estuviste. Cuando niño, entre vahos de irrealidades, cuando joven, entre nieblas surreales, cuando adulto, habituado a claudicar, siempre es otro el que te entierra …