Como muchos sabréis el próximo 9 de junio se celebran elecciones europeas. Algo que en condiciones normales estaría entre lo rutinario y lo anodino, en la situación actual podría llegar a ser crucial.
Y claro que conozco la lectura del señor Villarroya y otros tantos, en cuanto al escaso valor del voto y el pobre calado de nuestras democracias, más si cabe para el caso de Europa. Pero, aún siendo bien cierto que muchos de los asuntos de estado están decididos de antemano, si no casi todos, puede ser la última oportunidad para la población civil de mostrar su rechazo a la deriva belicista que se está promoviendo en el seno de la unión, desde la propia figura de la presidencia de la comisión que actualmente ostenta Ursula von der Leyen.
Aquellos que hoy en Ucrania, si es que queda alguno, que consideren que cometieron un error votando a Zelensky podrían entender perfectamente lo que digo. Si las democracias occidentales ya tienen en tiempos de paz más de cosmética que de fondo, en tiempos de guerra pueden quedar anuladas por completo.
Y tener que forzar la salida de un gobierno, sin urnas de por medio, puede ser bastante más desagradable. Incluso no resultar factible. Tal como se están perfilando los tiempos empieza a ser recomendable tener al día el pasaporte.
Al señor Villarroya y a cuantos quiera que compartan su posición, les rogaría una reflexión y que se decidan a dar su apoyo a alguien que, por lo menos, no tenga la intención declarada de meternos en un guerra. Podría terminar resultando en alguna diferencia.
A ese respecto recordar que el propio Zelensky llegó al poder prometiendo a la vez la paz y la unidad de Ucrania, cosa falsa en cualquier combinación de circunstancias, a no ser que por paz se refiriera a someter por la vía de las armas al este y Crimea.
Pues el flamante ¿presidente? de Ucrania, con su camiseta caqui, como si hubiera visto alguna vez en su vida una trinchera más que pasando revista de los que envía a morir, ya con su mandato expirado, la oposición ilegalizada y sin la menor intención de convocar elecciones, pasó por estas latitudes esta misma semana, se diría que con unos honores de estado que no le corresponden, a recoger sus 1000 millones que mejor servicio darían en Palestina.
Claro que, viendo como accidentes de vuelo como el del malogrado expresidente de irán Raisi, lamentablemente suceden, tal vez no sea tan buena idea tal tipo iniciativas. Ni dar soporte a aquellos que las promueven.
Y no quiero que esto cobre ningún tono de amenaza, al final amenaza quien puede, como el jefe del Mossad esta misma semana al tribunal penal internacional. Se diría que los acontecimientos se aceleran.
No hay que olvidar que el régimen de libertades que disfrutamos en occidente, como muchos ya sabemos y me temo que otros no tardarán en descubrir, sólo es funcional mientras no es funcional.
Del mismo modo que puedes presentarte con un programa independentista a las elecciones, pero ay de ti como las ganes. En el orden de cosas que nos ocupa, empezamos viendo la censura de los medios rusos y la situación parece todo lo alejada posible de un camino de vuelta.
Mientras tanto hemos llegado a ver como bajo el bigote de Bolton se desliza la receta para matar niños de forma legal. No es nada nuevo, también el tercer reich tuvo la suya. Y cualquier persona de bien debería preocuparse de que terminen justamente en el mismo lugar: en el vertedero de la historia.
No son, dadas las circunstancias, una elecciones más. Podrían ser las últimas de la democracia que hemos conocido, mejor escoger bien. Aunque sin duda ya hay mucho decidido.
Pero seamos positivos, o conseguimos vivir en paz o resolvemos el problema de la superpoblación.
Al final, tal como yo lo veo hay sólo una decisión que tomar: pasar a la historia como el poder hegemónico que rompe el lamentable ciclo de alternancias en favor de un mundo más abierto, sin tener que renunciar a su papel, suponiendo un salto para la humanidad o convertirse en cómplice de crímenes contra la humanidad ante los ojos del mundo para terminar donde hemos convenido la inmensa mayoría en relegar tales prácticas. ¿De verdad hay elección?
¿Cómo era aquello? Un pequeño paso para un hombre...
Sólo queda esperar que no sea hacia atrás.