El despacho de Guillermo Roncal está en el último piso del edificio, pero aún así es un lugar umbrío, víctima de uno de eso arquitectos que diseñan patios de tres por tres metros. Si le preguntásemos al arquitecto nos diría que diseñó el edificio para Almería y se lo construyeron León, donde la mayor parte del año no hace falta defenderse del exceso de sol sino más bien todo lo contrario.
Por eso, aunque aquel día de enero sólo eran las once de la mañana, Guillermo Roncal, catedrático de Física de la Escuela de Ingenieros Industriales, tuvo que encender la luz de todos modos. Nada más hacerlo llamaron a la puerta, como si el interruptor, además de los fluorescentes, hubiese alimentado a algún mecanismo más, diseñado expresamente para no dejarle trabajar tranquilo.
-Pase- autorizó el catedrático con tono de fastidio.
Un rostro joven asomó por la puerta con timidez.
-Hombre, Mario, eres tú...
-Vi luz y llamé, pero si le molesto vengo en otro momento -se justificó el joven.
El catedrático ensayó media sonrisa y dejó caer su peso sobre el respaldo del sillón.
-Pasa, pasa, que contigo tenía yo que hablar...
El joven entró en el despacho y permaneció en pie, casi en posición de firmes.
-Siéntate -invitó Roncal, mientras buscaba en un montón de papeles apilados sobre su mesa.
Mario se sentó, agradecido: de pie le costaba mucho más ocultar su nerviosismo.
El catedrático encontró al fin lo que busca y le alargó una docena de folios al joven.
-A ver. Léeme esto, porque lo he leído yo y no me lo puedo creer.
-Es el trabajo que me pidió para esa revista...
-Ya sé lo que es. Te pedí un trabajo ameno para una revista de divulgación y me has traído esto. ¿Te has vuelto loco o qué?
El joven se encogió de hombros, tratando de buscar una disculpa, pero no le dio tiempo.
-Léelo en voz alta.
Mario carraspeó y comenzó a leer, como le mandaban.
Aplicaciones inusuales del Principio de Heisenberg.
Aunque se trata de un tema complejo, con profundas repercusiones en todos los campos, muy pocos son los que pueden afirmar que conocen en profundidad el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Sucede con este principio algo similar a lo que ocurre con la Teoría de la Relatividad de Einstein, de la que todo el mundo ha oído hablar, muy pocos saben qué es exactamente lo que postula y casi nadie la comprende en toda su profundidad.
En primer lugar, vamos a ver quién era Heisenberg...
-Sáltate eso y sigue más adelante -desdeñó con un gesto el catedrático.
El joven pasó un par de hojas y siguió leyendo.
"Después de muchos trabajos y de que algunas de sus propuestas fuesen rechazadas de manera casi unánime por la comunidad científica, Heisenberg había presentado su propio modelo atómico renunciando a cualquier pretensión de combinar en su modelo las teorías de las ondas y los corpúsculos.
Aunque a muchos de sus colegas le parecía sumamente atractiva la analogía entre el mundo macrocoscópico y el universo subatómico, Heisenberg consideraba que no sería posible mantener seriamente esta similitud. Si el átomo funcionara como un diminuto sistema solar todo sería más fácil, pero esa era para él la solución a la vez simple y equivocada con que se puede resolver todo problema complejo.
En vez de dejarse llevar por la estética de la sencillez, prefirió configurar un modelo basado en los orbitales, o zonas de distinto novel de energía donde era más probable encontrar al electrón.
Una vez descrita la mecánica fundamental, Heisenberg centró sus esfuerzos en dar con un método que permitiera describir en todo momento la posición de la partícula. Y aquí fue dónde se encontró con el problema que dio lugar al Principio de Incertidumbre: )Cuál es la mejor manera de saber dónde se halla una partícula? Por supuesto, observarla. Pero observarla supone aplicarle algún tipo de instrumento. Si por ejemplo quisiéramos verla a través de un microscopio gigantesco, nos encontraríamos con que la luz que hacemos incidir sobre ella para poder verla, la desplaza y modifica su posición. Así, justo cuando hemos medido su posición, la partícula ya no está donde la teníamos. Por contra, reduciendo la temperatura, podríamos hacer que el electrón se parase, pero aunque determinaríamos de este modo su posición, no podríamos saber su velocidad. Por tanto, Heisenberg asegura que es imposible conocer a la vez la posición y la velocidad de una partícula, pues el observador modifica lo observado, invalidando cualquier dato que obtenga.
Poco años después, en 1930, Einstein intenta refutar el Principio de Incertidumbre, pero Niels Böhr..."
-Sáltate eso también y pasa al final -pidió Roncal.
-¿Al final? Preguntó el joven.
-Sí, ya sabes. Donde hablas de las aplicaciones inusuales. Pasa a eso.
El joven tragó saliva y siguió leyendo.
"El Principio de Incertidumbre nació en la Física y pronto se aplicó a otros campos, como los medios de comunicación a través de la democracia. Nadie puede dudar hoy que el observador modifica lo observado, sobre todo cuando es un periodista que ha recibido claras indicaciones de su patrón sobre la clase de interpretación que precisa una u otra noticia.
En este caso, el observador primario, periodista, modifica lo observado a través de la formación de opinión pública; esta, a su vez, con la opinión y la información que le han suministrado los medios de comunicación acude en las elecciones, modifica los hechos mediante un cambio de gobierno o la aprobación en referéndum de una u otra ley. Lo mismo que en el caso del átomo, no es posible conocer en un instante dado el estado de opinión sin influir en él. Por esta razón se prohíbe la difusión de encuestas al final de las campañas electorales o durante las votaciones propiamente dichas."
El joven levantó la cabeza de los papeles tratando de observar el gesto que ponía el catedrático, pero Roncal permanecía impertérrito.
-Sigue, sigue -le conminó.
"Abandonando un campo tan desagradable a veces como la política, podemos encontrar también otras aplicaciones inusuales del Principio de Incertidumbre. Por ejemplo es curiosa la aplicación de este principio a una obra como el Quijote. Podemos fantasear, por ejemplo, con que Don Quijote no conocía la verdadera naturaleza de los objetos que tomó por gigantes, y para cerciorarse de ella se vio obligado a observarlos de manera fehaciente.
Nos encontramos aquí en un caso similar al del gato de Schrödinger, del que no se puede decir si está vivo o muerto mientras no se abra la caja y se sepa si se ha decantado en una u otra dirección el isótopo radioactivo que dispararía el veneno que hay dentro de la caja. Mientras don Quijote no se lanza a la carrera contra ellos, no puede saber si son molinos o gigantes. Puede, en todo caso, afirmar que parecen una u otra cosa, y con solamente esos instrumentos no podía aclarar nada, puesto que sus sentidos le parecían gigantes y a los de su escudero, molinos.
Procede entonces el buen hidalgo a aplicar el método científico para salir de dudas, y para ello pasa de lo puramente teórico a la constatación material mediante el experimento.
Y aquí es donde de nuevo entra en juego el Principio de Incertidumbre, porque cuando don Quijote espolea a Rocinante para arremeter contra los furiosos gigantes, es muy posible que verdaderamente fuesen gigantes, pero al entrar en contacto con ellos modifica su naturaleza y los convierte en molinos. Si el fotón puede cambiar la posición y trayectoria de un electrón, también puede don Quijote, por su propia energía, modificar la naturaleza de los cuerpos contra los que se abalanza.
Aplicando, pues, el Principio de Incertidumbre, Don Quijote distaba mucho de estar loco: simplemente era tan grande su energía y tan importante su fuerza que podía verificar el cambio de naturaleza, de gigante a molino, en los cuerpos materiales que encontraba en su camino."
Mario levantó la cabeza y dejó los papeles encima de la mesa.
-¿Pero de dónde has sacado semejante estupidez? -casi gritó Roncal.
El joven se encogió de hombros.
-Me pareció una tesis atractiva -respondió simplemente.
-Mira: aunque sea para una revista de divulgación y no para una publicación profesional, si firmo eso voy a ser el hazmerreír de toda la universidad. De toda España y parte del extranjero.
-Si se trata de que la gente se quede con la idea pude funcionar. Y se trata de eso, ¿no? -se defendió Mario, que después de leer el artículo había ganado aplomo y hasta osadía.
El catedrático suspiró.
-Se van a reír de nosotros hasta en la luna.
-Hace cuatrocientos años que todo el mundo se ríe con Don Quijote y no le va tan mal... ¿Por qué no probar?
-Estás loco.
-Eso no puede decirlo aún: primero hay que abrir la caja.
Por primera vez en aquella mañana, Guillermo Roncal se vio obligado a sonreír.
-Pues si se ríen, que se rían. ¡Qué leches! -respondió al fin después de pensarlo unos instantes.