Te preguntan desde casa: no te quejas. ¿Cómo va? Hace buen tiempo. ¿Hay trabajo? Todo marcha. ¿Vives bien? Gano un buen sueldo. Laberintos de preguntas y respuestas divorciadas de antemano. Pero duelen las palabras cifradas en otro idioma, las que vocea la radio, las risas de las borrachos, las bromas de las muchachas que se guiñan cuando pasas, las muecas del tabernero o la vieja sin paciencia que te ha servido la sopa. Cuando el …