El partido portugués de ultraderecha Chega se ha visto salpicado esta semana por su propio veneno. Su retórica, que acusa constantemente a la «élite» política de malas prácticas y corrupción, y de no salvaguardar la seguridad en el país, choca con su propia realidad: protagonizan uno de los escándalos políticos más vergonzosos de los últimos años en Portugal, tras descubrirse que uno de sus diputados, Miguel Arruda, estaba incurriendo sistemáticamente en el hurto de maletas en el aeropuerto de Lisboa.