Todos, o casi todos, hemos querido quemar el mundo en alguna ocasión, y si hay un momento en el que todos, o casi todos, hemos tenido esa sensación ha sido en la adolescencia. Incendiario parte de esa idea, pero de otras mucho más profundas. Vivimos en una sociedad en la que todavía se señala al diferente. En la que tener un rasgo extranjero, un acento distinto, un peso que no sea el socialmente aceptado o, por supuesto, una orientación sexual que no coincida con la mayoritaria, es motivo dolorosamente lícito para hacerle la vida imposible no..