Es extraño que haya un autor al que podamos identificar con tanta facilidad a pesar de que en sus obras haya tantísimas diferencias. Pasa con Max, que a veces se manifiesta con una complejidad excepcional y en otras ocasiones apuesta por una sencillez notable, pero siempre con un estilo reconocible dentro de ese amplio espectro y, sin excepción, con notables inquietudes argumentales cada vez que nos pone ante sus páginas. El prolongado sueño del Sr. T. nos devuelve al Max de finales del siglo pasado, lo que ya nos invita a hacer un concienzudo
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