El juego que desplegaron nunca más se volvió a ver en el torneo. El contacto físico iba más allá en cada choque, las faltas dolían solo con verlas y no faltaban golpes intencionados. Había una intención expresa de intimidar a través de la violencia. No era trash-talk, era que el rival tuviese miedo a salir descalabrado, así se le comía la moral. En los partidos de los Pistons, dice, «no había lugar para los débiles». Por su parte, Larry Bird, «ponía una mirada que era como si se fuese a pelear a de verdad». Danny Ainge, de los Celtics, lo recue
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