Posiblemente, ha sido una de las etapas más complicadas de mi vida (y ha habido muchas).
Perdí a la que seguramente era la mujer de mi vida por comportarme como un idiota (creo aún no haberme recuperado de dicha pérdida; porque era una persona que sentía que me sanaba por dentro con sólo verla); mi temperamento se fue volviendo muy ácido con el tiempo, mi ambición académica y laboral, desmedida; descarté volver a contactar con muchas personas porque creía que no me hacían falta…A todo nivel, mis rasgos se parecían cada vez más a un sociópata, o incluso, a una persona con trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad.
Desde 2012, con 23 años, mi vida emocionalmente, ha ido claramente cuesta abajo. He tenido que luchar con muchos avatares: traumas infantiles y juveniles, enfermedades y problemas familiares que afectaron mucho a mi entorno.
Desde finales de 2014, la situación empeoró notablemente. La evolución de mi trastorno obsesivo compulsivo se adaptó a la complejidad que supone el crecer cognitivamente y las compulsiones dejaron de volverse observables a ser mucho más abstractas e indetectables, pero que causaron más sufrimiento si cabe.
Todo empeoró a partir de ahí, hasta que el tormento y la angustia que me producían de forma permanente casi todos los minutos del día, me hicieron plantearme que era mejor dejar de vivir. Escribí una nota de suicidio hace ahora casi 4 años, a ordenador y la imprimí. Mi idea era la de irme a un puente que tengo cerca de casa y allí acabaría mi vida: en el agua. Sin embargo, mi pobre madre encontró la nota y llorando lágrima partida, llegó al lugar y me suplicó que no lo hiciese. No recuerdo mucho más de eso salvo despertarme al día siguiente.
Desde el día siguiente a ello, me di cuenta de que había tocado fondo; y que por el disgusto que causé a mis seres queridos, debía tratar de vivir. Así que me armé de valor (fortaleza siempre la he tenido, hasta el punto que he sido fuerte para realizar un acto de autodestrucción) y decidí que tenía que apostar por mí. Desde ése momento, me centré en recuperar contacto con varias personas, que, a la postre, han sido muy importantes para mi. Y también, en hacer nuevos contactos y amistades. Y sobre todo en una cosa: ayudar a la gente. Ésa fue mi droga, la que mejor me funcionó. Escucha a otro y aconséjale como si hoy fuese el último día. Quiere y ayuda a los tuyos, como si fuese hoy el último día, y, sobre todo, que no te importe nada más. Y lo conseguí. De una adicción bastante importante que tuve a los sedantes y relajantes musculares (mezclados con otros excitantes) durante mi etapa más sombría, a una cierta, no digo adicción, pero sí mucha voluntad (casi irrefrenable) por ayudar al prójimo, posterior.
Sin embargo, nada fue fácil. Pasé por dos psicólogos diferentes; 9 meses con uno y desde hace 2 años, con otro. Éste último, me ha salvado de mi mismo y le debo todo.
Fue una etapa de crecimiento humano muy importante, que me hizo mejor.
Comparto ésta experiencia por si alguien que haya pasado por algún tormento parecido, quiere compartirlo; yo estaré encantado de responder.
Y sobre todo; el mejor consejo que puedo dar en éste tipo de circunstancias donde haya ideación suicida, para evitarla (aparte de tener esperanza con éste mundo y con quién siempre te apoya), es que nunca se aleje uno de la gente ni se quede sólo; es una etapa donde conocí a muchas personas que me fueron de ayuda y me dieron todo por nada (también gracias a ello, se sale; para mí fue lo principal). Y también conocerás a muchas personas cercanas, que no son tan amigos tuyos como creías, y que, con el tiempo, es mejor descartarlos.