Llama la atención que el adalid de la meritocracia, ídolo de los cuñados wannabe de la España de las piscinas sobreviva a duras penas, lánguido y triste, impartiendo lamentables cursos con infumable tufo a coaching piramidal para pijos desorientados y decadentes, tras ser despedido de un bufete por no dar palo al agua en dos años mientras Pablo Iglesias, paradigma de los perroflautas que viven de subvenciones, sigue viento en popa con un proyecto empresarial que despega y funciona por méritos propios, independientemente de que te gusten...