Rojas, como muchos otros, no es realmente autónomo y no trabaja en Glovo con su nombre: realquila la cuenta de un tercero, al que le paga un 25% de lo que factura. Ángel Jiménez, recién llegado de Venezuela, lleva un mes y medio pagando un 30% de sus ingresos al autónomo que le arrienda la cuenta. “Me dijeron que así se gana más”, explica. “Estimulan al trabajador, según los pedidos entregados: por 12 en tres horas puedes llevarte 15 euros”
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Aquí hay un violín muy pequeñito para ellos.
Un gran trabajo del periodista. En esta ocasión prefiero menearla.
Este es el país que tenemos que decidir cómo queremos que sea. ¿Queremos un país donde los inmigrantes ilegales sobrevivan siendo explotados currando como cabrones en negro o queremos un país que expulse a la gente que no entra legalmente, que no les permite buscarse las castañas, pero cuyos puestos de trabajo deben cumplir con una ley que asegure unas condiciones mínimas y dignas?
Así es imposible acabar con el esclavismo en el trabajo.
No?