Es el esmirriado, pero carismático viudo que vive en la habitación número 72 de la vecindad del Chavo, ubicada en cualquier lugar de México o el mundo, que pronto sintió propios todos sus mexicanismos. Fue escenario principal y paraíso televisivo para millones de televidentes, hispanoamericanos o no, que se vieron reflejados en sus situaciones durante más de treinta años, gracias a las repeticiones que, además, permitieron que miembros de varias generaciones se sumaran entre los admiradores de su humor de trancazos, cachetadas y apodos.