Los resultados en la noche del domingo se hicieron esperar más de lo previsible presagiando que algo no marchaba bien. Finalmente se ofrecieron unos resultados con un escrutinio del 80% que daban por vencedor a Maduro. Algunos países los reconocieron, otros los cuestionaron y EEUU a través de Blinken señaló su “preocupación”.
Y es muy cierto que se habían pre-ocupado. Se habían ocupado con antelación de todo: el gobierno denuncia ataques informáticos a la infraestructura electoral que produjeron los retrasos en la comunicación de los resultados.
Pero no sólo eso: bajo las acusaciones de fraude, entre los muchos espontáneos que se lanzan a protestar a las calles antes de tener ninguna evidencia de tal fraude, unos cuantos tienen objetivos muy concretos, diversas sedes del Consejo Nacional Electoral.
La policía detiene a algunos instigadores de entre muchos otros altercados y obtienen respuestas: $150 dólares día. Son curiosas las “revoluciones” de hoy en día.
Porque derrocar una estatua puede resultar un gesto simbólico, pero cuando sucede con varias en un breve espacio breve de tiempo cabe suponer que existe una consigna antes que un acto espontaneo.
Si además son de alguien como Chávez, que murió de forma prematura tratando de servir como mejor supo a los intereses de su pueblo y a los principios de lo que en definitiva es el humanismo, es a la postre un atentado, se diría que incluso contra el sentido común.
El objetivo final: que la oposición sea la que realice la contabilidad de los votos. Tan previsto estaba que incluso han ofrecido una web que aunque parece que apenas nadie ha podido consultar, dice ofrecer los datos electorales a cambio de un número de identificación de Venezuela.
Sólo he encontrado una imagen por X de un acta en la que se la oposición se eleva con el 80% de los sufragios. Hasta los más acérrimos opositores deberían contemplar el viejo adaggio de “demasiado bueno para ser verdad”. Pero quién sabe, a algunos tal vez les valga igual.
Hoy el chavismo se ha convocado en las calles, veremos si allí están solamente un 20% de los venezolanos o puede que alguno más.
A estas alturas no es fácil decir qué datos electorales tiene o no tiene el gobierno, además del lío descomunal, seguramente también en el recuento además de en las calles. Pero lo que está más allá de toda duda es que la oposición en Venezuela parece incapaz de asumir cualquier tipo de normalidad democrática. Y más cuando el dólar paga tan bien y lidera el amotinamiento.
El gobierno publicó el mismo domingo un comunicado informando del ataque al sistema electoral y citando algunos nombres propios involucrados a su juicio en la operación. Si no lo intentaran cada vez que tienen una mínima oportunidad supongo que sorprendería más pero a estas alturas ya sólo cabe esperar una recalcitrante reincidencia y un desprecio absoluto por las reglas democráticas.
Si Maduro tiene los votos que dijo no lo sé, es posible que ellos tampoco. Pero viendo la tesitura, las presiones e insistencia de algunos gobiernos extranjeros solicitando las actas parecen incluso llegar a formar parte de esta ecuación de jaque al chavismo.
Supongo que saldremos de dudas en los próximos días, algunos dirán que lo que presentarán será falso, otros que es falso lo de la oposición y lo que queda sin ninguna duda es la democracia destruida por el camino, si es que no estaba ya tocada de muerte por esas latitudes.
Los reclamos a las fuerzas armadas tanto de nacionales como extranjeros presuntamente implicados no sorprende a nadie. Pero seguramente algo sí podemos sacar en claro: nadie con una base electoral del 80, 70 o 60% se arriesga a llevar a cabo una operación de este tipo.
No parece que les haya salido del todo bien. La imagen del candidato anciano y mudo y la portavoz hablando por él es en sí mismo un espectáculo bastante bochornoso, como toda la operación en general. Aún así la moneda está girando en el aire.
Stalin dijo que lo importante no es quien vaya a votar, lo importante es quien cuente los votos. Pero como ha demostrado la oposición en Venezuela eso no tiene nada que ver con el socialismo. Ni desde un punto de vista socialista tiene mucho sentido gobernar en contra de la voluntad de un pueblo.