CANTO PRIMERO La noche I Habiéndome robado el albedrío un amor tan infausto como mío, ya recobrada la quietud y el seso, volvía de París en tren expreso. Y cuando estaba ajeno de cuidado, como un pobre viajero fatigado, para pasar bien cómoda la noche, muellemente acostado, al arrancar el tren, subió a mi coche, seguida de una anciana, una joven hermosa, alta, rubia, delgada y muy graciosa, digna de ser morena y sevillana. II Luego, a una voz de mando, por …