Son mentiras las esferas y mentiras los relojes, empeñados tercamente en convencernos de que regresan las horas como vuelven las agujas sobre símbolos inertes.
Miente también el sol, que simula regresar cada mañana, restando importancia sus ocasos con la promesa de otra aurora.
Falsarios todos, se confiesan ante el reloj de arena, sin más lacra que su brevedad para nombrarse exacto.
Cada cual lleva su ampolla y cada ampolla su enigma, y si el mundo se esforzara en contemplarse en un enorme, desmesurado reloj de arena capaz de englobar en su monstruosidad el escombro de los siglos, no prosperaría tanto empeño en regalar horas, años y existencias; otro sería entonces el sol que deambulara por el cielo, sin consumar ya su estafa de apariencias, imposibilitado para recrear espejismos circulares.
Viento Divino. Javier Pérez