A finales de la década 1990, la doctora Katherine Hirschfeld se sumaba al grupo de los entusiastas por los logros de la Revolución cubana en el campo de la salud pública. Unos meses después de su visita a la Isla, la profesora de la Universidad de Oklahoma borraba su nombre de esa lista y se convertía en una de sus críticas más acérrimas.
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