«Sé que está prohibido, pero llevo toda la vida haciéndolo y no voy a dejar de hacerlo ahora», cuenta decidido Adolfo, un septuagenario de Carabanchel que comparte un ritual cuasi clandestino con miles de madrileños: «Según terminamos las uvas el 1 de enero nos subimos a la azotea del edificio y tiramos unas cuantas tracas, petardos y cohetes».Durante los primeros minutos de cada año, el sonido de detonaciones y los destellos de luz y color escenifican un ritual de bienvenida al cambio de unidad en el calendario.
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