El uso mal intencionado de una desgracia no es propiedad única de nuestros políticos también lo es de las empresas, compañías y marcas que están metiendo el dedo en la llaga para remover nuestros sentimientos y, hacernos creer que «son humanos». Ya os aviso, no lo son. Son entes corporativas que nos ven, a nosotros sus consumidores, como números.
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