Si el Estado no interviene de modo ubicuo y extremo, la economía española se derrumbará. Pero si lo hace con la intensidad requerida será el propio Estado el que quiebre. Y lo que vale para España sirve también para Italia, Grecia, Portugal, Bélgica, la República Checa y algunos más, Francia incluida. Suena apocalíptico. Pero sucede que el instante es apocalíptico. (...) Quien va a tomar el timón de Europa, de hecho lo ha tomado ya de forma discreta y sin atraer aún el foco de la opinión pública, es el BCE.
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