Joël Le Scouarnec, un cirujano con buena reputación, padre de tres hijos y 30 años de una exitosa carrera que se encaminaba a la jubilación, era un hombre meticuloso. Especialmente cuando se trataba de anotar en unas pequeñas libretas negras el horror al que había sometido a centenares de niños en su consulta o en los hospitales donde trabajó. La policía las encontró en su domicilio el día que entró a registrarlo alertados por la denuncia de la hija pequeña de unos vecinos, que le acusó de exhibicionismo y de haberla penetrado con los dedos.
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Maldito bastardo, espero que no vuelva a ver la luz del sol.
No tendría reparo alguno en hervirlo vivo.