Después de dejar a su hijo en la escuela Hamelin-Laie, se sentaba en un bar al otro lado de la calle, en la Ronda del 8 de març, en Montgat, en el Maresme (Barcelona), y desayunaba. Un error, si alguien ha puesto precio a tu cabeza. En aquel momento todavía nadie sabía que quien había sido asesinado era un conocido estibador del Port de Barcelona, histórico, aunque oficialmente ya no trabajaba allí. La vida le había ido francamente bien hasta aquel viernes.
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Esta bien escrita la suposición de que el difunto pertenecía a ese mundo. La justicia nunca pudo echarle mano. Y a pesar de no estar oficialmente trabajando aún poseía el poder.
Por eso no es cuestión de ambición desmedida el estar en un puesto y seguir sumando dinero. Sino el miedo de que no puedes dejar de tener ese poder y dinero por si algún día van a por ti. Y en el mundo del narco imagino que enemigos haces solo por estar ahí. Y esa enemistad es una condena a muerte aplazada.
¿En serio él es el culpable de su muerte? Estamos un poco tontos, no.
El culpable es el asesino, FIN. Que tu moral entienda que un narcotraficante deba morir de un tiro en la cabeza, eso es otra cosa.