Para el pueblo romano, los símbolos fálicos no tenían ninguna connotación pornográfica ni obscena, eran símbolos de fertilidad, de prosperidad y de protección, de larga tradición en el mundo agrario; en las ciudades romanas los símbolos fálicos estaban situados en lugares bien visibles. A pesar de los dos mil años transcurridos, aún hoy podemos encontrar vestigios de estos antiguos cultos y referencias a la fertilidad, y Mérida, la antigua y esplendorosa Emerita Augusta, no iba a ser una excepción.
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