Podemos imaginar el tremendo impulso de calidad de vida que debió vivir Hamburgo en 1893. Convencidos por algunos estudios sobre erradicación de gérmenes, a la red de abastecimiento de agua por tuberías que se había empezado a construir en los últimos cincuenta años en la ciudad se le añadió una planta de procesamiento del agua. De cloronización. De repente, no sólo llegaba el agua moviendo una simple palanca, sino que además no iba a infectarte de cólera. Agua potable las 24 horas del día. Un milagro.
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