Antes de que fueran domesticados, los caballos presentaban un pelaje de colores sencillos: negro o marrón rojizo, con algunas trazas negras. Pero cuando los humanos se pusieron en su camino y comenzaron los cruces mediante reproducción selectiva, otros colores como el castaño, el crema, el plateado o los extraños punteados aparecieron. Así lo afirman antropólogos alemanes y españoles en el último número de la revista Science,
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