En los últimos años, aquel viejo comerciante de la literatura, el que le había puesto precio al arte, se parapetó en la trinchera de los defensores de la alta cultura. Lleva media década de campaña contra Amazon, a la que acusa de arruinar el mercado editorial, maltratar a los escritores y subestimar a los lectores. Se declara enemigo de los lectores digitales y desprecia las áreas del mercado editorial (como las novelas románticas y de espías) sin, a su juicio, valor literario.
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