Eran cerca de las nueve de la mañana y el soldado, que ya llevaba unas horas de guardia, pidió a la mujer un cigarrillo. Como ella no fumaba, pero se sentía mal por no poder ayudar al militar, le ofreció uno de los claveles que llevaba consigo. “Cogí un clavel, el primero fue rojo, y él lo aceptó. Como soy así tan pequeñita y él estaba encima del tanque, tuvo que estirar el brazo, agarró el clavel y lo colocó en su fusil”, contó ella misma. Inmediatamente, el resto de soldados imitaron a su compañero y pidieron a la mujer uno de esos claveles,