LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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El gran sol de Mercurio

Los hombres que se acostumbran a preocuparse por las necesidades de unas máquinas, se vuelven insensibles respecto a las necesidades de los hombres.

Isaac Asimov, "Lucky Starr, El gran sol de Mercurio".

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España filosófica contemporánea y otros trabajos.

Absurdo seria suponer que un ideal filosófico-social en toda su pureza, sea capaz para informar un sistema practico de política o de legislación; sería este en tal caso una utopía, porque no es posible prescindir del coeficiente de la realidad actual y de la historia, que no en balde transcurre; pero es así mismo absurdo que nos quedemos con estos dos términos, olvidándonos del primero y cerremos los ojos al porvenir, que junto con el pasado es la mas exacta expresión del presente.

Ángel Ganivet, "España filosófica contemporánea y otros trabajos".

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Así funcionan los buenos puestos

No le deis vueltas: si el puesto depende del aplauso, la opinión, la fama o el voto de terceras personas, será para un judío. Por eso hay tantos judíos que son directores de cine, músicos, escritores, dramaturgos y directores de orquesta.

Pero cuando los resultados se pueden medir en metros, kilos, watios o amperios, entonces todo se normaliza y aumenta la diversidad de los que obtienen el puesto.

Pensad en eso.

"Joseph Goebbels. Volkischer Beobachter. 14.09.1931"

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El dinero heredado

Si un heredero está a la altura de su dinero, entonces el dinero le sirve; de lo contrario, el dinero lo destruye sin contemplaciones.

Sólo está capacitado para heredar el que realmenteno lo necesita. El dinero es un poder viviente que si es despojado de su raíz, muere. No hay más que ver cuando un pobre recibe de pronto mucho dinero... No es para él. No está en su ser. No puede evitar su efecto tóxico.

La rebelión de Atlas. Ayn Rand (en este caso habla un personaje con ironía, hay que aclararlo)

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El cartel

Aunque en Gobernación había yo visto a mi amigo Estévanez más de una vez, rabiaba por encontrarme con él a solas para oír de su boca opiniones y juicios que me orientaran acerca de la situación. Una tarde le visité en su morada oficial, y me recibió tan alegre y afable como antes, cuando me refería sus andanzas facciosas en Sierra Morena. En la puerta de su despacho vi el cartelito que le dio fama en aquellos días y que revelaba en don Nicolás tanto ingenio como entereza. El papelito, pegado con obleas, decía mutatis mutandis: Aquí no se dan destinos, ni recomendaciones, ni dinero, ni nada. Hablando con mi amigo de esta humorada, me dijo riendo: «No creas, Tito, que se compone de republicanos la nube de pedigüeños. Son más bien los cesantes de los partidos viejos, el detritus de la política, los innumerables moscones aburridos y famélicos que hacen imposible la vida oficial. He tenido que ahuyentarlos con esa tufarada de azufre. A pesar del cartelito vuelven, zumban y pican».

La primera república (Episodios nacionales) - Benito Pérez Galdós

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"El pensamiento fragmentario permanece libre" Emil Cioran

Un pensamiento fragmentario refleja todos los aspectos de vuestra experiencia: un pensamiento sistemático refleja sólo un aspecto, el aspecto controlado, luego empobrecido. En Nietzsche, en Dostoievski, hablan todos los tipos de humanidad posibles, todas las experiencias. En el sistema sólo habla el controlador, el jefe. El sistema es siempre la voz del jefe: por eso todo sistema es totalitario, mientras que el pensamiento fragmentario permanece libre.
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Lo que de veras es sagrado

Matad a alguien en un páramo desierto, o en un lugar remoto. Matad a alguien que no esté inscrito y veréis que nada ocurre. No cae un castigo del Cielo. No hay quien ajuste cuentas.

La naturaleza se encoge de hombros, lo comprende y no se venga.

Lo sagrado no es la vida: es el Registro Civil. Por eso al Estado, que es el dueño del Registro, sí se le permite matar.

El loco. Guy de Maupassant

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Marginalia (Fragmentos)

La enorme multiplicación de libros en cualquier rama del conocimiento es uno de los grandes males de la época, puesto que constituye uno de los mayores obstáculos a la adquisición de informaciones correctas, poniendo en el camino del lector enormes pilas de trastos, entre los cuales debe abrirse camino a tientas, en busca de fragmentos útiles diseminados aquí y allá.

Edgar Allan Poe, "Marginalia (Fragmentos)."

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¿Para quién he de ser justo?

Ser justo… -me dijo mi padre-, es preciso escoger.

¿Justo para el arcángel o justo para el hombre?

¿Justo para la llaga o para la carne sana?

¿Por qué escucharía yo al que viene a hablarme en nombre de la peste?

Ciudadela. Antoine de Saint Exupery.

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La trampa

He perdido mi antiguo porvenir, y no me ha sido concedido uno nuevo: sólo floto en el presente. Mantengo una rara sensación de supervivencia, de náufrago rescatado, envuelto en una manta y tiritando; entre marineros borrachos que intentan renacerme, pasándose unos a otros la botella: intentando que acerque también mis labios hinchados, azulados, al gollete. ¿Quién va a renacerme? ¿Un grupo de muchachos descontentos, puros, insatisfechos? ¿Acaso sólo deseosos de vagas aventuras? Todas las juventudes aguardan la aventura de la vida; y algunos (como yo a sus años) pudimos planear una aventura de justicia, de coordinación, de responsabilidad. Hacer tabla rasa es un innato ideal juvenil. Pero yo estoy aún en la borda, y no he acercado mis labios a la botella: como si al fondo de mi conciencia clamase una voz: “¿Para qué se empeñan todos en hacerme resucitar?”. Déjenme solo, déjenme huir, a solas, de aquella casa, de esta puerta de ahora, ridiculamente pintada de rosa, con ángeles de yeso. ¿O no son ángeles? Son desgraciadas señoritas desnudas, que intentan despertar un clima erótico, bajo esa luz roja, esos espejos astutamente ladeados, esa mesilla con huellas de vasos. Hay aquí el eco de una agria borrachera que empieza a retirarse.

Ana María Matute, "La Trampa."

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Cuestión de oportunidades

Al señor Mendoza apenas le dio tiempo de ver lo que las manos de la muchacha rubia hacían en el tablero de la mesa. Desapareció inmediatamente; y dos décimas de segundo después volvió a aparecer. El primer sonido que exhaló fue un largo suspiro de alivio. No había grandes cambios en él; solamente su aspecto fatigado, una moradura sobre el ojo izquierdo y un arañazo en la mano derecha, aún goteante de sangre.

 —¡Señor! —resopló, abalanzándose sobre el nuevo Calixto helado que acababa de surgir del tablero de marfil—. ¡Qué barbaridad!

 Esta vez había una clara nota de desprecio en la voz de la señorita Hollister.

 —Si sólo ha estado usted un día… cincuenta créditos, señor Mendoza.

 La aristocrática mano de la joven depositó una moneda sobre la mesa, al lado de la butaca ocupada por el hombre.

 —No era muy peligroso —dijo él, después de dejar el vaso vacío sobre la mesa—. ¿Sabe usted lo que era? ¿O es que les prohíben escuchar…?

 —No; en absoluto. Puede usted decir lo que quiera…

—Bueno; nada más empezar la… oportunidad, me encontré en medio de una masa de seres de color verde, con una especie de plumeros encima de la cabeza…

 —El planeta Traskiliskar —comentó ella.

 —Eso mismo. Yo era como ellos, y resulta que era nada menos que recaudador de contribuciones… Todos se echaron encima de mí, aullando y berreando… Al principio creí que querían matarme, ¿entiende usted? Pero luego resultó que no. Parece que esa gente, los traski… los trasli… bueno, como se llamen, tienen un sentido absurdo de las cosas. ¿Sabe usted? ¡Me perseguían para pagarme los impuestos! ¡Nada menos! Entonces comprendí las prohibiciones: no podía esconderme, ni tirar el dinero. Estaba bien claro. Pero ¡qué barbaridad! Me acosaban, me perseguían, me metían el dinero en las bolsas que yo llevaba en la cintura, me arrancaban los recibos de las manos…

 Y por cierto… ¿sabe usted qué impuesto cobraba yo?

 —No, señor Mendoza…

 —El Impuesto sobre el adulterio triple… entonces sabía lo que era, pero ahora… bueno; no puedo acordarme bien. Era horroroso, palabra… A lo lejos, vi a uno de mis colegas de recaudación cayendo bajo una masa de contribuyentes; el pobre se levantó y siguió cobrando… ¡Qué espanto! Me harté en seguida, palabra. Oiga, señorita Hollister… prefiero otro trabajo más arriesgado, pero con menos gente… ¿Probamos?

Gabriel Bermúdez Castillo, "Cuestión de oportunidades"

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Mercaderes y pedagogos

Prohíbo a los mercaderes alabar demasiado sus mercaderías.

Porque se convierten pronto en pedagogos y te enseñan como fin lo que por esencia es un medio, y al engañarte así cerca del camino que seguir te degradan; porque si su música es vulgar te fabrican, para vendértela, un alma vulgar. Así pues, está bien que los objetos sean fundados para servir a los hombres; sería monstruoso que los hombres fueran fundados para servir de caja de residuos a los objetos.

Ciudadela. Antoine de Saint Exupery

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El periodismo hoy

El ciego va de corresponsal, se lo cuenta al sordo, el tonto lo escribe y los otros periódicos lo plagian.

Ha vuelto. Timur Vermes.

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Los del Norte y los del Sur

Pero las tradiciones no mueren a manos de los hechos, y la tradición de la «tenacidad» norteña sigue viva. La gente cree aún vagamente que, allá donde un sureño fracasa, un norteño «saldrá adelante», es decir, hará dinero. Todo hombre de Yorkshire y todo escocés que viene a Londres tiene, en el fondo de su mente una imagen de sí mismo como Dick Whittington, como el muchacho que empieza vendiendo periódicos y acaba alcalde de Londres. Esto es lo que da origen a su presunción. Pero lo que constituye un grave error es suponer que de esta idea participa también la clase obrera propiamente dicha. La primera vez que fui a Yorkshire, hace unos años, tenía la sensación de que me dirigía a un país de patanes. Estaba acostumbrado a los oriundos de Yorkshire que viven en Londres, con sus interminables peroratas y su orgullo por la supuesta gracia y fineza de su dialecto («un paso a tiempo ahorra ciento», como decimos en West Riding), y esperaba tener que hacer frente a mucha grosería. Pero no fue así en absoluto, y menos entre los mineros. Los mineros de Lancashire y de Yorkshire me trataron con una amabilidad y cortesía que resultaban incluso embarazosas, pues, si hay un tipo de hombre ante el cual me siento inferior, es el minero. Y, desde luego, ninguno de ellos dio la menor prueba de despreciarme por el hecho de proceder de otra región del país. Esto tiene su importancia si se recuerda que los regionalismos ingleses son nacionalismos en miniatura, pues implica que el localismo no es una característica de la clase obrera.

No obstante, existe una diferencia real entre el norte y el sur del país, que confiere un asomo de verdad a la descripción de la Inglaterra meridional como un enorme Brighton habitado por gentes ociosas. Por razones climáticas, el grupo social parásito de los rentistas suele establecerse en el sur. 

En una ciudad algodonera de Lancashire, se pueden pasar meses y meses sin oír a una sola persona de pronunciación «correcta», mientras que en el sur apenas debe de haber una ciudad donde se pueda tirar una piedra sin darle a la sobrina de un obispo.

El camino de Wigan Pier. George Orwell

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Teoría del cuerpo enamorado

Leyendo a Homero, soñaba con las sirenas que fascinan a los hombres con sus voces embrujadoras y abandonan, al alba, en los prados que bordean al mar, las osamentas de los imprudentes que sucumbieron a la tentación; encontré, tomando notas de Diodoro de Sicilia y Filón de Alejandría, a Pasífae enamorada de un toro divino hasta el punto de pedir al ingenioso Dédalo la fabricación de una ternera mecánica como añagaza en la que ella se pudiese arrodillar para recibir la simiente taurina y conocer así la voluptuosidad de las bestias; seguí con Ovidio la metamorfosis de Tiresias, hombre transformado en mujer durante siete otoños por haber desapareado en el bosque a dos serpientes enlazadas, personaje cuya experiencia enseña cómo el placer de las mujeres es nueve veces superior en intensidad al de los hombres; he amado a Argos, el perro de Ulises, cubierto de piojos y tirado sobre el estiércol, desconsolado por la desaparición de su dueño durante dos decenios y muerto después de haberlo reconocido.

Siempre he sentido el interés más vivo por estas figuras, pues ellas expresan nítidamente desde los tiempos más antiguos el ineluctable y peligroso poder del deseo, la naturaleza radicalmente animal del placer, la irreductibilidad del cuerpo del hombre al de la mujer y, finalmente, la fidelidad como un asunto exclusivo de la memoria. Con estas cuatro certezas, modestas pero definitivas, me consolé un poco de no haber podido nunca resolver verdaderamente por mí mismo -es decir, bajo el puro ángulo masculino- cinco o seis cuestiones, especialmente las siguientes: ¿qué es una mujer?; ¿qué se puede planear con el cuerpo del otro que no se sitúe trágicamente bajo el signo de la guerra, del conflicto, y que no tienda por ello a la petrificación en los modelos seculares de la pareja, del matrimonio, de la monogamia, de la procreación y de la fidelidad?; ¿adónde apuntan las semejanzas, dónde se manifiestan las desemejanzas ontológicas entre lo masculino y lo femenino?; ¿qué pueden y qué quieren los cuerpos del uno y de la otra?; ¿las ganas de tener hijos es solamente un deseo femenino que los hombres toleran?; ¿el deseo y el placer son sexuados?

Michel Onfray, “Teoría del cuerpo enamorado”.

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Nulla spes...

"La Inocencia es un leproso que ha perdido su campanilla".

Graham Greene.

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Recetas romanas

Plinio aconsejaba frotar con ortigas el pene de los toros que no funcionasen bien como sementales. Es de suponer que por eso los romanos eran tan buenos en atletismo.

Cómo mojar una galleta. Len Fischer.

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Emociones y lenguaje en educación y política

Observen ustedes que existen dos tipos de discusiones entre las personas. Hay discusiones, desacuerdos, que se resuelven sin que uno vaya más allá de ponerse colorado. Si yo digo que dos por dos es igual a cinco y ustedes me dicen: "¡no hombre, no es así! Mira, la multiplicación se hace de esta manera", mostrándome cómo se constituye la multiplicación, yo a lo más digo, "¡ah! de veras, tienes toda la razón, disculpa". Si esto ocurre, lo peor que me puede pasar es que me ponga colorado y tenga un poco de vergüenza. También puede ser que no me importe nada, porque el desacuerdo no tiene nada más que un fundamento lógico ya que sólo hubo un error al aplicar ciertas premisas o ciertas reglas operacionales que yo y el otro aceptábamos. Nuestro desacuerdo era trivial; pertenecía a la lógica. Nunca nos enojamos cuando el desacuerdo es sólo lógico, es decir, cuando el desacuerdo surge de un error al aplicar las coherencias operacionales derivadas de premisas fundamentales aceptadas por todas las personas en desacuerdo. Pero hay otras discusiones en las cuales nos enojamos (es el caso de todas las discusiones ideológicas);  esto  ocurre  cuando la  diferencia está en las premisas fundamentales que cada uno tiene. Esos desacuerdos siempre traen consigo un remezón emocional, porque los participantes en el desacuerdo viven su desacuerdo como amenazas existenciales recíprocas. Desacuerdos en las premisas fundamentales son situaciones que amenazan la vida ya que el otro le niega a uno los fundamentos de su pensar y la coherencia racional de su existencia.

Por eso existen disputas que jamás se van a resolver en el plano en que se plantean. Por ejemplo, la guerra en Irlanda del Norte no tiene solución a menos que un acto declarativo saque a ambos bandos del espacio religioso donde, dentro de los fundamentos de una creencia, niegan los fundamentos de la otra, y los lleve a un dominio de mutuo respeto. 

No basta con que se reúnan a conversar los bandos oponentes desde la tolerancia al error del otro. Si lo hacen así, terminarán peleándose, porque ambos bandos están defendiendo sistemas que, aunque coherentes en sí, tienen premisas fundamentales diferentes que se excluyen mutuamente, y que sus cultores aceptan o rechazan no desde la razón sino que desde la emoción: las premisas fundamentales de una ideología o de una religión se aceptan a priori y, por lo tanto, no tienen fundamento racional.

Más aún, si uno llega a proponer un argumento racional para escoger estas u otras premisas, reclamando para su sistema ideológico un fundamento racional,uno lo hace ciego a lo dicho más arriba, esto es, lo hace ciego al hecho de que las premisas fundamentales últimas que fundamentan la racionalidad del argumento convincente las aceptamos a priori. Por esto, no podemos pretender una justificación trascendente para nuestro actuar al decir: "esto es racional". Todo argumento sin error lógico es obviamente racional para aquel que acepta las premisas fundamentales en que éste se funda.

Lo humano se constituye en el entrelazamiento de lo emocional con lo racional. Lo racional se constituye en las coherencias operacionales de los sistemas argumentativos que construimos en el lenguaje para defender o justificar nuestras acciones. Corrientemente vivimos nuestros argumentos racionales sin hacer referencia a las emociones en que se fundan, porque no sabemos que ellos y todas nuestras acciones tienen un fundamento emocional, y creemos que tal condición sería una limitación a nuestro ser racional.

Humberto Maturana, “Emociones y lenguaje en educación y política.”

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La voz del enemigo

La voz del enemigo nos acusa, y el silencio del amigo nos condena.

Anaxágoras.

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Canto del arpista

Es un decreto de este gran Benévolo Osiris: el buen destino se debilita; las generaciones se desvanecen y desaparecen, otras ocupan su lugar desde el tiempo de los ancestros.

De los dioses que existieron antes y reposan en sus pirámides. ¿qué es de ellos?

Nobles y gentes ilustres están enterrados en sus tumbas. Construyeron casas cuyo lugar ya no existe. ¿Qué ha sido de ellos?

He oído sentencias de Imhotep y Herdidif, que se citan como proverbios y que duran más que todo. ¿Dónde están sus moradas?

Sus muros se han desplomado; sus lugares ya no existen, como si nunca hubieran sido.

De allí no viene nadie; que se nos diga su forma, que se nos diga su suerte, y se alegre nuestro corazón. Hasta que lleguemos al lugar al que se han ido.

Alegra tu corazón para olvidar esto; lo que es útil para ti es seguir tu corazón mientras estés con vida.

Ponte olíbano en la cabeza. Vístete de lino fino. Úngete con las maravillas auténticas de las cosas divinas.

¡Acrecienta tu bienestar, para que tu corazón no desfallezca! ¡Sigue a tu corazón y haz lo que sea bueno para ti!

Haz tus asuntos sobre la tierra según tu corazón hasta que llegue para ti el día de los funerales.

Aquel que tiene el corazón cansado no oye su llamada. Si el dios Osiris no entiende sus lamentaciones, sus ceremonias fúnebres no salvan el corazón de los hombres en la tumba.

Hazte por tanto el día dichoso, y no te canses nunca de esto. ¿Ves?, nadie se ha llevado sus bienes consigo. ¿Ves?, ninguno de los que se fueron ha vuelto.

Poema egipcio datado en el Siglo XXI a. C. a finales del Primer periodo intermedio. Se ha conservado en la capilla funeraria del faraón Intef (siglo XVI a. C.) es.wikipedia.org/wiki/Canto_del_arpista

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La ciencia de las velas

A empujones, sin silencio,

estremecidos en cuerdas

que sólo vibran a golpes, 

que sólo a golpes recuerdan

la cuna de sus acordes

y la patria de sus penas,

también llegaremos tarde

a la ciencia de las velas,

y exigiendo algún recuerdo, 

y buscando dejar huellas

en la piedra o la memoria

con que nuestros pies tropiezan

olvidaremos de nuevo

que el sentido de los cirios

es la luz, y no la cera.

Pregúntale tú a la esfinge. Feindesland. 2004

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Los Ícaros caídos

Tras la caída de la Unión Soviética, la filósofa francesa Chantal Delsol hizo la más inolvidable analogía del estado en el que se encontraban actualmente los europeos modernos. En su obra Le Souci Contemporain (1996) traducido al inglés como Icarus Fallen (Ícaro caído) indicaba que la condición del hombre de la Europa moderna era la misma condición que habría tenido Ícaro si hubiera sobrevivido a su caída. Nosotros, los europeos, hemos intentado alcanzar el sol, hemos volado demasiado cerca de él y nos hemos precipitado a la tierra. Ciertamente hemos fracasado en el intento; posiblemente nos quedamos aturdidos por el golpe recibido pero, en cierto modo, hemos podido sobrevivir: todavía estamos aquí. A nuestro alrededor están los restos del naufragio —metafórico y real— de todos nuestros sueños, de nuestras religiones, de nuestras ideologías políticas y de mil otras aspiraciones, todas las cuales se mostraron falsas llegado el momento. Y aunque no nos han quedado ni ilusiones ni ambiciones, todavía seguimos aquí. Así pues. ¿Qué debemos hacer?

Existen un buen número de posibilidades. La más obvia es que los Ícaros caídos pudieran entregar exclusivamente su vida al placer. Como afirmaba Delsol, esta postura no es nueva entre aquellos que han perdido a sus dioses. «El gran colapso de los ideales produce con frecuencia una cierta clase de cinismo: si se ha perdido toda esperanza ¡divirtámonos al menos!». Como ella señala, eso es lo que los líderes soviéticos, entre otros, hicieron cuando perdieron la fe en sus ideales utópicos. Cuando vieron que el sistema en el que tenían puesta toda su fe, y al que habían dedicado sus vidas, no solo era impracticable, sino una mentira, una élite perteneciente al Imperio soviético se dedicó, pese a la inimaginable miseria que había por todas partes, a lograr su comodidad personal. No obstante, como también señala Delsol, nuestra situación está incluso más allá de aquella en la que se encontraban los líderes soviéticos que decidieron dedicarse a la buena vida cuando vieron que su dios había fracasado. «Para nosotros no solamente está ahora la imposibilidad de conseguir de nuevo aquellas verdades que nos dijeron que abandonáramos», asegura, «No nos hemos convertido en unos cínicos “absolutos”, pero nos hemos convertido en unos profundos recelosos de todas las verdades[11]». El hecho de que todas nuestras utopías fracasaran de forma tan estrepitosa no solamente destruyó nuestra fe en ellas, destruyó también nuestra fe en cualquier tipo de ideología.

La extraña muerte de Europa. Douglas Murray

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Cosas de urbanismo

No podremos construir un gran edificio si cualquier cerdo se cree con el derecho de construir una pocilga en su parte del terreno.

El espía que surgió del frío. John Le carré.

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La rosa de Milton

De las generaciones de las rosas

que en el fondo del tiempo se han perdido

quiero que una se salve del olvido,

una sin marca o signo entre las cosas

que fueron. El destino me depara

este don de nombrar por vez primera

esa flor silenciosa, la postrera

rosa que Milton acercó a su cara,

sin verla. Oh tú bermeja o amarilla

o blanca rosa de un jardín borrado,

deja mágicamente tu pasado

inmemorial y en este verso brilla,

oro, sangre o marfil o tenebrosa

como en sus manos, invisible rosa.

Jorge Luis Borges.

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«Análisis tardío»

«Análisis tardío»

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;

que todo aquello que toco ya lo he tocado;

que soy prisionero de un interés indecente;

que cada convalecencia es una recaída;

que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;

que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;

que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;

que no intento todavía reconocer quién soy;

que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;

que la vejez hace resaltar por impaciencia solo las miserias;

que no saldré nunca de aquí por más que sonría;

que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;

que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;

que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;

que adoro la luz solo si no ofrece esperanza.

Pier Paolo Pasolini

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