Los del Norte y los del Sur

Pero las tradiciones no mueren a manos de los hechos, y la tradición de la «tenacidad» norteña sigue viva. La gente cree aún vagamente que, allá donde un sureño fracasa, un norteño «saldrá adelante», es decir, hará dinero. Todo hombre de Yorkshire y todo escocés que viene a Londres tiene, en el fondo de su mente una imagen de sí mismo como Dick Whittington, como el muchacho que empieza vendiendo periódicos y acaba alcalde de Londres. Esto es lo que da origen a su presunción. Pero lo que constituye un grave error es suponer que de esta idea participa también la clase obrera propiamente dicha. La primera vez que fui a Yorkshire, hace unos años, tenía la sensación de que me dirigía a un país de patanes. Estaba acostumbrado a los oriundos de Yorkshire que viven en Londres, con sus interminables peroratas y su orgullo por la supuesta gracia y fineza de su dialecto («un paso a tiempo ahorra ciento», como decimos en West Riding), y esperaba tener que hacer frente a mucha grosería. Pero no fue así en absoluto, y menos entre los mineros. Los mineros de Lancashire y de Yorkshire me trataron con una amabilidad y cortesía que resultaban incluso embarazosas, pues, si hay un tipo de hombre ante el cual me siento inferior, es el minero. Y, desde luego, ninguno de ellos dio la menor prueba de despreciarme por el hecho de proceder de otra región del país. Esto tiene su importancia si se recuerda que los regionalismos ingleses son nacionalismos en miniatura, pues implica que el localismo no es una característica de la clase obrera.

No obstante, existe una diferencia real entre el norte y el sur del país, que confiere un asomo de verdad a la descripción de la Inglaterra meridional como un enorme Brighton habitado por gentes ociosas. Por razones climáticas, el grupo social parásito de los rentistas suele establecerse en el sur. 

En una ciudad algodonera de Lancashire, se pueden pasar meses y meses sin oír a una sola persona de pronunciación «correcta», mientras que en el sur apenas debe de haber una ciudad donde se pueda tirar una piedra sin darle a la sobrina de un obispo.

El camino de Wigan Pier. George Orwell