Matad a alguien en un páramo desierto, o en un lugar remoto. Matad a alguien que no esté inscrito y veréis que nada ocurre. No cae un castigo del Cielo. No hay quien ajuste cuentas.
La naturaleza se encoge de hombros, lo comprende y no se venga.
Lo sagrado no es la vida: es el Registro Civil. Por eso al Estado, que es el dueño del Registro, sí se le permite matar.
El loco. Guy de Maupassant