A finales del siglo XIX y principios del XX, por raro que suene hoy, el aspecto de la ciudad no era muy distinto al de Manchester o Liverpool. El cielo de Zaragoza estaba punteado de chimeneas de fábricas de todo tipo, grandes y pequeñas, de vestidos y calzados, de vidrios, transportes, perfumes, químicas, automovilísticas e incluso cerveceras. Muchos de estos edificios siguen en pie y en uso, pero ya no alojan actividades fabriles, sino culturales, recreativas y deportivas. La herencia industrial de Zaragoza es fecunda e interesante.