Lo escribí hace unos días y viendo el resultado de la elecciones europeas en Francia supongo que vale la pena recuperarlo:
Es una cantinela que se viene oyendo desde determinados ámbitos. Esos que hoy en Europa cosechan más simpatías que desde mediados del siglo pasado.
Tal vez la muestra más gráfica de ello fueron lo incidentes tras la celebración de la copa de Europa en París. Para quien no lo recuerde se produjeron diversos robos e intentos a la salida del estadio.
Y eso sin duda es más gasolina para la extrema derecha, siempre centrada en solucionar problemas cuya causa parece que jamás analiza.
Es que no se integran, dicen. Lo que se han creado al final son guetos. La razón es muy sencilla.
Cualquiera que observe como se estructuran las relaciones humanas advertirá que el aspecto económico tiene, en términos generales, un papel fundamental.
Porque determina el contexto donde las personas se relacionan y sin tal contexto las relaciones no pueden tener lugar. Sucede por lo tanto que si un determinado grupo étnico, cualquiera, tiene un distribución muy localizada dentro del espectro de las rentas, no es ya que no se produzca ese contexto, es que no se da ni siquiera la condición de necesidad más elemental.
No es fácil de escapar del racismo. Y lo paradójico es que las conductas racistas por lo menos exacerban, si no es que generan por sí solas el problema.
Basta con ver EEUU, hace 60 años de la lucha por los derechos civiles pero la realidad práctica es que las cárceles las siguen ocupando los mismos y también y no por casualidad las capas más desfavorecidas.
Hablamos por lo tanto de un problema de raíz económica cuyos orígenes se hunden hasta la propia cultura. Porque sería muy cínico afirmar que “no se integran” si por otro lado no se les permite.
No es que haya que tratarles como uno más, es que son uno más. Y el eje económico es fundamental.