Era 1981 y Margaret Thatcher lo dejó claro en una entrevista al decir, sin tapujos y sin anestesia, que la economía era el método, pero que el objetivo era cambiar las almas. Aún no existían internet ni las redes sociales. En 1999, Prince recogía un premio otorgado por Yahoo!, y mi admirado genio de Minneapolis soltó, en su discurso de recepción, una advertencia sobre la guerra que, según él y a través de internet, se estaba dando en nuestras mentes y en la que el precio a pagar eran nuestras almas.