La sentencia del juicio a los dirigentes del procés debería significar el cierre de un capítulo desdichado de nuestra historia política y el comienzo de una nueva etapa. Si la racionalizad no se hubiera despeñado hace tiempo la autocrítica brotaría sola. El independentismo habría aprendido a controlar su sueño, que es imposible ahora y es imposible así, y hubiera entendido que lo ocurrido en el otoño de 2017, desde la ley del referéndum, la ley de transitoriedad jurídica y la declaración unilateral de independencia...
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