Cataluña debe ser el único país del mundo donde los revolucionarios viven del sistema público, al calor de unas instituciones a favor. Solo así se explica la frivolidad con la que presentadores de TV3, como Jair Domínguez, piden llenar las calles de “100.000 locos dispuestos a todo”. Eso sí, con la promesa de que la violencia siempre la pone el Estado, y me temo que con la certidumbre de que quien la va a sufrir nunca será quien la predica. ¿Quién está dispuesto a morir por la causa? Esta es la pregunta que no se atreve a formular Domínguez.
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