Un cartel azul con letras amarillas preside la entrada a Ficciones, el último gran videoclub –o DVD club, como pone en el propio umbral de la puerta– que queda en Madrid y que estas semanas libra la última batalla por su supervivencia, tras haber quedado herido en la pandemia. Dentro de la sala, detrás de un mostrador con un ordenador y carteles con ofertas e informaciones de precios, está Marcia Seburo, la dueña y la única persona que trabaja allí.
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