Durante más de cinco años, Brandon Bryant trabajó en un cubículo rectangular, sin ventanas, del tamaño de un remolque, donde se mantení el aire acondicionado a 17 grados Celsius (63 grados Fahrenheit), y por razones de seguridad, la puerta no podía ser abierta. Bryant y sus compañeros de trabajo se sentaban frente a 14 monitores de ordenador y cuatro teclados. Cuando Bryant pulsaba un botón en Nuevo México, alguien moría al otro lado del mundo.
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