Curtido en mil batallas teológicas, Tomás de Lemos (Ribadavia, 1559) se disponía a abandonar Roma para regresar a Galicia, hasta que fue requerida su intervención para participar en el primer juicio contra Galileo, que transcurrió entre el 16 y el 23 de febrero de 1616.«Era un hombre brillantísimo, un fuera de serie de una memoria desbordante que tenía metidos en su cabeza los textos de los santos padres. Por eso la Iglesia lo elegía como perro de presa contra los jesuitas y luego contra Galileo»
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