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Todo empezó con la cerveza

Hace 150 años, los aficionados a las tabernas se encontraron ante un gran dilema: decidir qué cerveza beber. De las fábricas de la Revolución industrial salían infinidad de variedades y nada permitía diferenciarlas. ¿Qué podían hacer los productores para distinguirse y atraer a los sedientos y agotados trabajadores? Nada mejor que poner un sello, un distintivo, para destacar su brebaje sobre los demás. Así es como arranca la historia de las marcas comerciales, la misma que hace hoy que no sea lo mismo conducir un Mercedes que un Renault.

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