El sistema educativo permanece callado y ajeno a la realidad del cambio climático. Es cierto, no solo se aprende en la escuela, pero resulta llamativo que se pueda terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) sin saber nada sobre algo que determinará nuestro futuro próximo. Podemos aspirar no solo a que el alumnado tenga herramientas para comprender el mundo, sino a convertirnos (menores y adultos) en agentes de cambio que trabajemos para conseguir un mundo más justo, solidario, democrático y sostenible.
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