Hemos de ser honestos: no es sencillo medir los riesgos de las terapias alternativas. Eso ha sido un problema serio que se evidenciaba en nuestras dificultades para responder la inocente y sencilla pregunta de que "¿Qué mal pueden hacer?"."Mucho" era la respuesta y lo intuíamos, pero hasta ahora no podíamos demostrarlo. Los pacientes no siempre cuentan que han abandonado los tratamientos y si lo hacen, no siempre quieren facilitar los datos para estudiarlos. Un estudio que acaba de salir trata de poner los puntos sobre las íes.
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