"Las demandas políticas de las mujeres, representadas desde hace tres siglos por el feminismo, han sido sometidas por las élites políticas, mediáticas y culturales masculinas a los dos mecanismos más rotundos de control social: el silencio y el ridículo. Ambos han sido las primeras herramientas para desactivar las vindicaciones políticas de las mujeres. Ahora se han elegido las dos estrategias: la ridiculización de una medida política junto con una elección léxica más o menos correcta de un lado, y el silenciamiento de las otras medidas ..."
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