Las generaciones más jóvenes sencillamente no conciben que el Tajo en nuestra ciudad pudiera algún día haber sido un espacio de esparcimiento, de diversión, de juego y de convivencia en familia o entre amigos. Su actual y deplorable estado, fruto de más de cuarenta años de olvido, expolio y abandono, hace que alguien nacido a partir de 1972 —fecha de la prohibición oficial del baño en la ciudad— no pueda comprender lo que aquel río lleno de vida aportaba al día a día de los toledanos.
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