Hace siete años se lo alquilaron a un matrimonio. En 2021 la pareja se divorció y el hombre, de nacionalidad magrebí, se quedó en la casa y dejó de pagar. Se ha convertido en un fastidioso inquiokupa y les debe más de 12.000 euros de renta, más los gastos de luz, agua y gas que cada mes abonan los dos septuagenarios al no cambiar en su día el nombre de los recibos domésticos. «Se ríe de nosotros. Nos dice que la Justicia está de su parte. Que a él solo le va a echar un juez», comenta con estupor Paco, que ha trabajado durante más de 50 años
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