El trolebús había caído a veinticinco metros del borde y yacía en el fondo del lago a diez metros de profundidad. Para acabar de rematarlo, en 1976, el lago Yereván no era precisamente un bucólico remanso de cristalinas aguas, sino más bien una gigantesca charca llena de fango donde vertían las cloacas municipales. Durante casi veinte minutos, Karapetyan rescató a treinta personas del interior inundado del trolebús. Una a una. Treinta y cinco segundos por cada inmersión. Pateando entre el agua helada, la suciedad y los restos de metal y vidrio
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