Cuando tienes, sí o sí, que ir a un baño público lo primero que encuentras es una cola gigantesca de mujeres esperando. Cuando llega tu turno (siempre que no se cuele una madre alegando “la niña no aguanta más”), descubres que no hay gancho en la puerta ni picaporte, así que tienes que colgarte el bolso del cuello, medio desnucándote. La puerta no cierra bien, así que sólo te queda sostenerla con una mano, te tiemblan las piernas... Y este es el motivo por el que tardamos tanto en ir al baño, señores yo-solo-tengo-que-solar-el-chorro-y-listo.
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