Felix Rodríguez de la Fuente era castellano, de Burgos para más señas. Y sin duda se sentiría avergonzado con una región, la suya, empeñada desde hace años en erradicar al lobo ibérico a cambio de un raquítico puñado de votos. Yo también soy castellano, y de Burgos, y me siento igual de abochornado. En su política de acoso y persecución al lobo, la Junta de Castilla y León acaba de establecer un cupo de muerte para los próximos tres años que hasta 2019 condena a la pena máxima a 429 cánidos salvajes de los territorios al norte del río Duero
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