Preocupado por el entorno «tremendamente competitivo» ante el que se situaba Aimar, de 10 años, Jesús Askorbebeitia vio una alternativa en el rugby que practicaba Oier, de 8. En su opinión, el pequeño se encontraba en un «paraíso educativo» en comparación con las situaciones a las que tenía que enfrentarse el mayor cada sábado. «En los partidos de Aimar he visto a padres llamar barbaridades a los árbitros, a los jugadores rivales e incluso decirles a los de su propio equipo que se vayan al vestuario para que entren sus niños», relata Jesús.
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