La culpa al final ha sido de cada uno de nosotros por relajarnos en la parada de autobús, esperando al crio que salga del colegio, en esa terraza del restaurante del barrio o en la comida familiar de los domingos cuándo nos quitamos la mascarilla sin pensar con quién estamos. O de dónde ha venido, con quién ha estado, si ha tenido síntomas…
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