El activismo cultural neoliberal ha diseñado un escenario afectivo sobre el cual producir consenso (así como la sabia gestión de ese consenso) al tiempo que ha sido capaz de disolver el territorio conflictivo que siempre fue inherente a las emociones, a los afectos; a la cultura, en una palabra marcando a su vez “los límites de los posible y de lo decible”.
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